domingo, 3 de mayo de 2020

todas las formas de lo imposible

Ger salió primero, yo lo alcanzaría tres horas más tarde.
Dejaría la casa, caminando despacio, atravesando todo el Marais.
Arranqué apenas una hora después que él.
Un par de cuadras y me senté en la plaza invadida por el sol tibio de abril.
Otro poco más y llegar a esas calles con un crepitar de gente en bulliciosa paz.
La terraza de un bar, cualquier bar, con las mesas demasiado juntas.

Mientras tomaba mi cerveza con pochoclo salado, oí toda la conversación de los tres franceses que estaban detrás de mi. No entendí mas que palabras sueltas, pero podía oírlos reír, tragar, masticar. Respirar.

El vaso de cerveza suave fue demasiado grande.
El sol empezaba a alejarse y yo todavía tenía tiempo. Fui al puente más cercano.
El fotógrafo que habíamos visto unos días atrás en la puerta de casa, esperaba el anochecer. Lo recibimos juntos.
El sol enorme y naranja, mi mareo, su concentración. Nuestro silencio en el escenario más hermoso.

Ya era tiempo, la noche estaba ahí.
No había nada mejor que caminar por París, con el sopor del alcohol por esas calles recién iluminadas, para encontrarme en el abrazo radiante de Ger.


Hoy, todas esas pequeñas escenas suman tantas imposibilidades que parecen de otra vida.
Una vida a la que demando encendidamente volver.


* la foto de cabecera de este blog es de ese atardecer

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