viernes, 22 de septiembre de 2017

particular, muy muy particular, interpretación del final de Twin Peaks

"Te va a decepcionar", me dijo Lucas.
"Espero a ver tu cara cuando veas ese final"

Pero es que en este estado de amor, es imposible que Lynch me decepcione. Así que para que se sepa, ademas de "particular" esto que sigue no es una interpretación, es otra cosa.

Porque Twin Peaks es otra cosa. Una cosa excepcional: una excepción que nos ejemplifica que la vida es eso que pasa mientras esperamos que...

Desde que empezó el último capitulo supe, no perdón, sentí que no iba a haber "final". ¿Alguien que los necesite siguió junto a nosotros hasta acá? No lo creo. Aquí solo seguimos en pie los que nos perdemos y encontramos en "los" momentos.

Lynch me enseñó, me demostró quiero decir, que eso de introducción, nudo y desenlace es un camino que puede reemplazarse siempre y cuando se ofrezca al otro (parte imprescindible en este viaje) alternativas igual de atrapantes.
Sí, podemos quedarnos varios minutos tras los ojos fijos de Dougie en un enchufe o en el reflejo de una bandera. O ser otro que sigue los movimientos de una francesa preparándose para bajar al bar. O podemos mirar mirarse a Gordon y Albert como si el tiempo no corriera. O seguir la compra del sillón de Andy y Lucy. Ejercitando la paciencia dijo alguien; si, mientras atravesamos mundos.

Porque en definitiva, no somos el Agente Especial Dale Cooper y Diane Evans del "ef-bi-ai", sino Richard y Linda teniendo sexo en un motel barato para luego no volver a ser los mismos.

Lynch nos hace sentir que la vida es un poco absurda, un poco hermosa, un poco incomprensible y otro poco un simple tarea de héroes.

Pero quizás, lo más individual de esta temporada (y por individual  me refiero a esa partecita solitaria en que impactaron algunas escenas colectivas) es el acercamiento al dolor.
Todos los que dejaron la vida estos años volvieron en algunos de los capítulos compartiendo cartel con los que si pasaron por el set en 2017. Ese juego de mundos paralelos en los que los que se fueron siguen estando. No puedo recibir más que como un enorme acto de amor la posibilidad de despedir a Margaret del que el humano Lynch nos hizo parte.

Dos días hace ya que apagué la tele y no logro sacar este universo de mi cabeza.
Si, el final es solamente una parte de todo el gran lío que es vivir.


domingo, 1 de enero de 2017

la playa

Ella dice:

“Cerrá los ojos… Imagínate que estás en una playa… Mejor, abrí los ojos, mirá dos segundos y volvé a cerrarlos”

Él lo hace. Imprime en sus retinas la foto del monitor.

Ella comienza:

“Estas ahí, en una reposera, con anteojos de sol, los ojos cerrados. No se escucha el ruido del mar, no hay olas. Se oye el viento en los pinos que protegen toda la pequeña playa. Cae la tarde, el sol está tibio pero no quema. Tenés la piel marcada por la sal del mar, por el calor de la tarde intensa. La caída del sol trae una especie de alivio sobre tu piel. Una brisa suave transita tu cuerpo. El roce del aire fresco te hace sentir bien.”

“Y yo…”, dice él. Ella no lo deja seguir. “Shhhh”, suave, como un susurro que lo hechiza.

“Te molesta la malla, pero ahí, en esa playa, no podés sacártela. Te empieza a atrapar la sensación de no poder hacer algo que querés, algo que te daría más placer... pero la brisa te envuelve otra vez, la piel cansada recibe la caricia y la mente se calla.”

Ella hace silencio para ver la comisura de su boca elevándose suavemente. Sigue.

“Escuchás un pequeño suspiro. Tan cerca, nadie más que vos podría oírlo. Es ella. Sabés que está ahí, bajo esa luz cálida, bañada por la misma brisa. Querés abrir los ojos y mirarla, tan tuya, a tu lado. No lo hacés. Disfrutas de su rumor. De repente pensás que tal vez otra, más buena, sería mejor. Pampita. Ahí, junto a vos, como un trofeo. El cuerpo de Pampita, a tu alcance, solo tenés que abordarla. En eso ella, la no Pampita, vuelve a sonar. Es un gemido imperceptible, tal vez esté dormida. Podrías seguir soñando. Pero…”

“Pero nada, no paro, voy con Pampita, al mando de mis deseos…” irrumpe él. No abre los ojos.

“Pero” lo ignora ella, “ese pequeño sonido se metió en tu cabeza. Cuántas veces sos vos el que lo provoca. No te acordás del primero pero te vinieron ganas de un próximo. No hay más sonidos en esa playa. Estarán solos. Tus manos ya no pueden contenerse. Tu cuerpo requiere su presencia. Sus formas ya no son como en las fotos pero siempre se encienden con tus exploraciones. Te humedeces los labios preparando el encuentro”

Él da una inspiración un poco más fuerte y no dice nada. Sigue en esa playa donde el tiempo no importa. Ella termina:

“Primero estirás el brazo para encontrarla en la inmensidad de esos veinte centímetros. No hay nada. Después abris un ojo, luego otro, todavía no te volteás hacia su lado. La tarde está violeta. Te girás, no hay nadie. El agua, la brisa, la luz, el cielo, las reposeras… Pero ella no está. Sigue ausente, como en los últimos 10 años.”

Él exhala, sentado en su soledad, sin ella en su mirada.