martes, 28 de agosto de 2007

Rocío está feliz

En dos días Rocío cumple 22 años. Su padre, que vive lejos, le regala un auto. Ayer concretaron (casi) la compra y Rocío estaba radiante. No paraba de sonreír, hacía todos sus trabajos de recepcionista con una alegría desbordante y contagiosa. Feliz.
Decía “estoy feliz”, pero no hacía falta, se notaba mucho.

Durante el almuerzo, mientras sonreía y comía y decía lo feliz que estaba, soltó uno de sus pensamientos sincerísimos. Dijo: “hace un rato pensaba que me sentía muy feliz, tan feliz, y me dio miedo a morirme”

Glup. Si, eso de Eros y Tanatos, algo suena, pero no importa. Ni siquiera me interesa saber detalles del mito.

Diego, que estaba sentado enfrente de ella, corroboró: “Si, pasa. A mi también me pasa”

Qué compleja y enmarañada es nuestra vida. Qué contorsiones hubimos de dar para quedar armaditos de esta manera.

Pero si, porque no. Buen momento para pensar y re-disfrutar (hasta que llegue la próxima) de esa vez en que estuve tan, tan, tan feliz como Rocío, que el jueves llega, con sonrisa puesta, a los 22.

lunes, 20 de agosto de 2007

definición innecesaria

Dejó sólo los libros, los que sobrevivieron a tantas mudanzas, junto a una nota. “Vuelvo el sábado”, decía. Su primera, única importante, mentira. Dolorosa, sangrante, eterna.
Hasta entonces mi biblioteca eran cuentos de Disney y revistas de historietas. Meteoro, Billiken, Anteojito. Más lejanos y distantes que mi padre ese sábado -y todos los demás de mi vida-, eran sus libros. Asqueología perruna, creía yo, dispuesta siempre a entender poco, a cambiar realidades obvias. Arqueologías peruanas. Era cierto. Era ausencia.
Un año después, fruto del cóctel de tanto viaje y tanto libro, llegué a Marte. Fui Ylla en un planeta a punto de cambiar para siempre; fui quien esperó que un marciano con su cara, volviera para no irse, para quedarse, conmigo, en casa.
Fui Elena derrumbándome frente a los árboles que mueren de pie. Fui un habitante de justicia colectiva y violenta en Fuenteovejuna. Así pasó la escuela secundaria, despertándome en medio de una guerra declarada en los diarios y la tele, con una masacre, con miles de vacíos, desapariciones, dolores, que no tardarían en salir a la luz.
Volví a las revistas justo cuando las revistas empezaban a volver. Humor, El porteño, El péndulo, Fierro, Página 30. Y los diarios, con su carga de novedad urgente, presente, doliente.
Y de nuevo con los libros entré a Latinoamérica. Los premios, Rayuela, La casa tomada, La autopista del sur. Julio. Fui quien escribió al coronel Aureliano Buendía avisándole que llovía en Macondo. Y me senté también en una mesa de La catedral, en Lima, cuando Vargas no era tan europeo.
Después llegó Kafka, con esa sensación de escarabajo tan conocida, con su castillo impenetrable, lecturas compartidas, en voz alta, con mi hermana. Nuestras risas frente a la impotencia. Nuestra fortaleza frente a las duras y desoladoras murallas.
Él. Mi táctica fue mirarlo, aprender como era, quererlo como era. Mi estrategia fue más profunda y más simple. Y lo perdí. Mario en la mirada. Entonces, la culpa es de una cuando no enamora, la culpa, de una, cuando se van, cuando siembran retirada.
España. Desembarqué con un solo libro: El extranjero. Y yo tampoco velé a mis muertos, y fui culpable –aún lo soy- por no llorar donde debía.
Entendí que la peste, la caída, la padecemos todos los que esperamos tener una casa frente al mundo.
Vinieron más franceses, desde la orilla izquierda, desde Indochina. Y por contagio, llegó la poesía. Lorca, Rimbaud, Blas de Otero. Y sobre todos, Juan. Tal vez dios sea una mujer, con sed y paciencia de animal. Empezó a llover, y parecía que estaban lavando el mundo.
Lunes, de 22 a 23, Versos dispersos. En la elección de cada verso, la confirmación de ser mujer, de ser latinoamericana, de ser búsqueda y acción, de tener presente y futuro.
Arlt se instaló entre nosotros, dos. Fui el juguete rabioso de un Erdosain modernizado. Fui esa a la que humillar como venganza por sentirse humillado. Hasta que un día desperté mujer y después fui firme. Y entendí que a veces el amor tiene signo negativo. Y que es mejor dejarlo. Lo hice cuando aún lo amaba. La ausencia otra vez pero con pretensiones de ser larga. Y los 20, 200, 20.000 poemas de amor dejaron paso a una única canción desesperada.
Llegó el reposicionamiento, inevitable después de la derrota. Lo que completaba a los libros, los amigos, ayudaron a barajar y dar de nuevo. Una nueva partida, una nueva jugada. Y en medio de ese todo y esa nada, apunto e hirió de muerte La voluntad. La primera para recordarme dónde fui feliz potencia. La segunda para arrebatarme, otra vez, el candor. La tercera para imponerse con un “a pesar de todo, es ahí”.
Ni las cireres, ni los enmig d’una fam absurda, ni el blues de l’aplom pudieron retenerme. Volví a casa. Y quise que fuera en serio.
Teoría y facultad llegaron juntas, Bajtin y Gramsci, Saussure y Williams, Petit y Adorno. Y muchos, muchos y más latinoamericanos y argentinos. Más Juan, más Martín. Metamorfosis, está vez, en mariposa.
Fui Cósimo también, enojada, confundida, acostumbrada, asilada. De rama en rama. Fui mitad, armadura vacía, niño abrumado por la guerra. Fui ese Gran Kan al que Polo le contaba su imperio.
Hoy, hace todos esos años. Todos los libros, las letras, están conmigo. Algunos vuelven una y otra vez, otros sólo están, siguen, evocan. Regresan los que nunca se fueron, renacen versos que no conocía. No he crecido, él tampoco. Aún nadie en la mirada.
Hoy, las heridas de ausencia son ya fragmentos pequeños. Casi invisibles. Hoy todo está, casi todo.
Hoy, todos, juntos, empezamos, nuevos.

domingo, 19 de agosto de 2007

La guerra y la resaca

Éramos buenos guerreros.Teníamos el coraje más insensible de la tierra. Fuimos implacables con los adversarios, dignos en nuestras derrotas. Cada batalla encendía nuestra pasión, nuestros deseos más impronunciables. Lo excepcional nos liberaba de culpas antiguas; nos devolvía la mirada de bestia.

Pero un día, la batalla terminó.
Un día sin mañana ni tarde ni noche, nos trajo la victoria absoluta sobre un enemigo roto. Estábamos embarrados, sucios de sangre, hambrientos y exhaustos sobre un campo de malezas devastadas; jadeando y dichosos de nuestra bravura, unidos y únicos en los brazos de la gloria.

Ahora vendrán tiempos de tranquilidad, días casi iguales. Mañanas para desearse buenos días, noches para descansar en buenos sueños. Las heridas serán sobre la piel viejos rastros que nadie seguirá.
Pero, entonces, ¿qué será de nosotros, las bestias?

martes, 14 de agosto de 2007

El pasado asalta, a veces, aunque esté muerto

Una vez, una mujer que no creía en esfuerzos, creyó que la realidad es consecuencia exclusiva de sus propios deseos.
Hoy, pasado el efecto sorpresa, superada la ventaja que da el “ser potencia”, esa misma mujer sobrevive en un pliegue áspero de la realidad.
Los caminos se le van cerrando, y el futuro está cada vez más hueco. Todo gira y gira en torno a su corazón endurecido por deseos sordos, ciegos. Egoístas.

Alguna vez será cuento: una mujer, en el instante congelado y repetido mil millones de veces, en que se da cuenta de que, a pesar de todo, nunca fue más que aquella que quiso dejar de ser. Encerrada en distintas ceremonias, con idénticos fantasmas.
Disimula, pero sabe. Sabe, y achica más y más su mundo para que nadie, alguna tarde, se lo diga.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Sé linda

Si, bueno. Pero sé linda, atractiva. Ponete colores, usá trajecitos.
Sé linda.
(Pero soy trabajadora, ordenada, responsable, inteligente. Me baño cada día, lavo mi ropa. Si, bueno, eso ayuda)
Sé linda. Sé atractiva.
(Si fuera él el que lo pide, él, que paga con fuego el fuego, con piel la piel, con seducción la seducción. Con atractiva pasión la belleza) No.
Sé atractiva, vestite con colores y ropa menos suelta.
Sé linda.
(estas botas = 10% del sueldo
esta camisa = 6% del sueldo
este pantalón = 8% del sueldo
este rubor = 3% del sueldo
esta crema humectante = 5 % del sueldo)
Sé linda, sé atractiva, sé sumisa. Sé figura, representación.
Vestite como para que todos crean que te pago como para que te puedas compras esa ropa. Pedile a tu marido, a tus padres, buscate otro trabajo. Pero sé atractiva, sé sofisticada, sé fashion.
Como si con el sueldo (que ni sueñes en ganar acá) te alcanzara para eso y mucho más.

Bueno, tal vez. Pero ya -tan pronto- se cerraron las ventanas dejando el aire afuera.
La seda italiana sólo para quien pague por ella.
El vestido más caro que verás en mí estará hecho de ausencia.

domingo, 5 de agosto de 2007

Asuán

En el aeropuerto de El Cairo nos esperaba Amador, el guía que dejaba de ser Ahjmed para no complicar la pronunciación de sus turistas.
Desde el micro, rumbo al hotel, se veía una ciudad como otras pero ajena como pocas. Mucha más gente, muchos más coches, un tinte antiguo sobre todo y todos y miles de carteles en árabe transformándome en un instante en analfabeta. Sólo podía entender “Coca-Cola” y eso daba mucha más angustia.
Ahjmed describía lo que aparecía a un lado y otro de la combi: “Y ahí, el museo de la guerra de los seis días, que Egipto le ganó a Israel”. Bueno, está bien, somos turistas, no nos importa lo que pasó ayer, hace 100 años, o 1000. Sólo nos importan los faraones y las pirámides. Mentí todo lo que quieras y que Horus nos proteja.

El paso de los días fue debilitando, primero, la búsqueda de referencias y después la obsesión por señalar y registrar lo nuevo, liberando la razón en regiones extrañas donde la única guía es complacer a los sentidos.
Cuatro días en un barco sobre el Nilo terminó de cortar los lazos con el mundo conocido. Ser una extraña absoluta contenida en un espacio íntimo, con ojos para ver todo, con oídos para captar lo incomprensible, con piel para rozar el mundo y ser seducida por el sol.
La última excursión fue en Asuan, sobre un Nilo embalsado y sobresaltado por bloques de basalto negro. Sol tibio, un bote a vela, una media tarde casi sin brisa.
El bote tuvo que esperar a que un poco de viento nos acercara a la orilla. Nosotros en cambio, no esperábamos nada. El silencio nos mecía y nadie en el barco tenía intenciones de interrumpirlo. Tan callados, tan plenos, tan extasiados. Tan, como nunca antes, serenamente vivos.