martes, 5 de febrero de 2019

Nosotros tres


Hubo un día perfecto. Lo sé, lo sentimos. 

Esa tarde en que vos y yo, solo vos y yo, dejamos todo para contarnos del aire que nos permite seguir vivos. No había nadie más. Estaba la oficina, nuestros robots, ese jefe ahí, ese compañero allá. Lleno de otros. Pero solo nosotros dos.

La pureza del momento vino de hacer callar a cada una de nuestras historias personales. Fuimos eso, ese segundo. Inventando con los pies en el aire, chapoteando desde un muelle sobre un río que pasa. Hablando como si estuviéramos en silencio. Al borde de nada, en medio de todo.

Pero un día él empezó a hablar. Trajo al silencio entre nosotros. El agujero de gusano que aprovechó para crecer, desplegarse. Dominar.
Él no sabe de entrega. No entiende que puede ser por nada. Viene con sus reglas, sus estructuras, sus mortajas.

Y nos hizo callar. Y la noche fue solo noche.

Un día te dijo: “basta!” y te fuiste con él.

Y no es en otro lugar. Es nunca.