lunes, 12 de octubre de 2020

Salir

 Tenemos un cierto retraso con la realidad, a nivel productivo digo.

Cuatro o cinco meses después del confinamiento empezaron a surgir "las obras" que lo reflejaban. Un poco tarde para arrancar porque al principio nadie quería saber que esto iba a ser tan cierto.

Hoy, ocho meses después, hay concursos, cuentos, películas, obras de teatro... El aislamientos ya tiene sus trovadores y espectadores. 

Pero ahora mismo, y tampoco antes, nadie está recreando el mundo que será cuando esto se acabe.

¿Se acaba? Sí. Nada dura, ni siquiera la pena dura, como le hizo decir a su Calígula, Albert Camus. Se acabará.

Durante este tiempo aprendimos algunas cosas: le conocimos los detalles a lo que nos gusta y a lo que no, nos hicimos hábiles en el uso de herramientas insufribles que sirven para lo propuesto, supimos nombrar una y otra vez a fuerza de desearlo lo que nos es imprescindible. Y desdibujamos lo superfluo como reyes y reinas sagaces en medio de una batalla.

¿Y que nos queda para lo que será?  ¿Cómo se vive después, por lo menos para aquellos que aceptamos que la muerte absurda existe?

Simplificando, escandalosamente, creo que será lo de siempre: la eterna decisión de avanzar vivos hacia la incertidumbre o descansar casi muertos sobre los días iguales.