Llueve afuera, ¿sabes?
O debería.
Esas gotas tibias como abrigo
y nosotros vestidos de silencio.
Suplicamos entendernos pero
tenemos miedo.
En la oscuridad presiento tu boca,
mi boca;
tus manos, mi pelo.
Solo deseo morir enjaulada
en tu ambigüedad.
Un relámpago
ilumina
los derroteros de mi cuerpo
ilumina
los derroteros de mi cuerpo
llenos
de arenas grises.
de arenas grises.
Llueve adentro, sabés?
Mientras busco cómo ofrecerte
mares azules con brisa de romero.
Ahí donde olvidaste tus alas
te extrañan esas luchas
tan ajenas,
tan tuyas,
tan de nadie.
Tal vez hoy entienda por qué tus ojos
se yerguen y miran con soledad.
Aunque no llegue a descubrir
si están pidiendo
perdón o clemencia
si están pidiendo
perdón o clemencia
De haber llegado antes
sobrarían los fuegos y las treguas.
Pero hoy ya es hoy
y este silencio no le pertenece a nadie.
* El título es un verso de la canción Se dejaba llevar por ti, de Antonio Vega
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