lunes, 22 de octubre de 2007

Contarte

Me acordé hoy, de golpe, mirando por la ventanilla desde el colectivo, que una de las razones de osadía para empezar este blog era intentar contar Ibiza y Buenos Aires a quienes no las conocen o viven lejos.
Se me olvidó en el camino. Pero sigo andando, hay tiempo.
¿Cómo contar una ciudad o una isla? Contar como se debe, sin ser redacción tema: la vaca, claro. Contar no sería la herramienta entonces.
Uno de mis provocadores: Albert Camus escribe en El extranjero sobre una tarde de sol intenso en una playa de Argel. Una tarde donde matar al Otro. Y estamos ahí cuando el sol golpea implacable en la piel del que lee, esté donde esté. Cuando ciega sus ojos con el resplandor inexistente.
El problema es que quizás se sienta el Mediterráneo azulísimo si y sólo si (como decían las maestras de matemáticas) frente a él alguna vez antes se encendió la piel, por el sol o el deseo. Sólo si la luz blanquísima obligó a cerrar los ojos y saborear la sensación de caer hacia ningún lado. ¿A dónde más se podría querer ir?

Y ahora: ¿cómo se cuenta Buenos Aires? Tal vez incitando a cerrar los ojos para percibir los olores, para oí el viento que agita las ramas altas de los árboles inmensos, profundamente verdes.

Azul, azul. Verde, verde. A lo mejor no pueda nunca. A lo mejor, no es tampoco necesario.

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