miércoles, 23 de mayo de 2007

A la vera de un plato, cinco tigres esperan hambrientos el futuro

Es un escrito viejo, pero me acordé...

Es un abuso señor, un abuso. Leía yo su libro (yo que nunca leo en sueños) y me tomó, me puso un fruto verde entre los labios. (¿o fue un beso?), me obligó a mirarlo con ojos de ambición de ver más, y me hizo quererlo hasta no sé cual.
Pero yo, feliz y mutilada, debo reclamar por el abuso. Yo deseaba ser otra y usted me obligó a ser lo justo. Me ató de pies y manos a sus letras para llevarme a pasear por el infierno.
Y quise estar viva entonces, ahí, al borde de su abismo, no para amarlo sino para sobrevivirlo. Y a nadie quise tanto como a usted. Pero sus letras. Su tristeza tan vital, su desenfrenada vitalidad tan abrumada.
No sabe usted que despegó mi corazón de mis asuntos para repartirlo en semillas, en sílabas, en palabras abrazadas. En unos versos que me invitan a cantar y a llorar y a dormir y a despertarme y a bajar del escenario y a actuar solo para usted.
Pero usted no lo sabe. Y esto es un abuso. No puedo seguir volando enganchada a las puntas de sus aes, porque me acongoja saber que no me sabe. No me sabe usted tan feliz en mi barrilete. No me sabe usted tan valerosa en mis silencios como cuando está usted deletreando rumores en mis intenciones. No me sabe viva, como yo antes no lo sabía, y no me sabe tan menos sola desde que lo tengo.
Pero es un abuso, porque yo lo tengo y usted no me conoce.
Es un abuso. Y ahora ya lo sabe.

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