martes, 22 de mayo de 2007

Dío fetente

La semana pasada fui a ver una obra de teatro (sí, otra vez con el temita, ja!)
Me gustó mucho pero con el agregado de que salí “enamorada” de Pablo, uno de los cedrones. En realidad esto viene de lejos, desde que él andaba rabioso, pero el viernes se reanimó mi deseo.
No exagero cuando digo que me enamoré: está incluido en algunas fantasías diarias, busco datos, quiero saber detalles, etc., etc. Esas cosas que hacemos cuando nos embobamos.
Nos pasa a todas. Que sea posible o imposible, en esos momentos, da lo mismo.
Tal vez sea mal de familia: mi hermana mayor, a sus 52 años, declara dos maridos: el que duerme con ella desde hace 25 años y un famoso actor escocés.
Tal vez sea simple locura, adaptación a la época. O respuesta a ese eco recurrente de saberse olvidable.
Pero enamorarse, como sea, aún rozando la vergüenza, está muy bien, ya se sabe: hormonas que suben y bajan, ganas de que cambie el mundo, menos racionalizaciones, un poco de seguridad al andar…
Aunque seguro que aquel viernes alcanzamos (ja! alcanza“mos”) el mayor grado de proximidad posible. Y bue.
Poco a poco bajarán los niveles de embobamiento (porque aunque la fantasía es fundamental para empezar, se necesitan algunas lunas más carnales para seguir, para avanzar).
Seguro que todavía falta lo que falta.
Entonces, habrá que seguir encontrando puertas.

“¡Cuantas cuestiones hace este hombre por su pequeño amor!”
(El amor brujo, Roberto Arlt)

No hay comentarios:

Publicar un comentario