martes, 23 de octubre de 2007

el amigo de Nacho y yo

No me vio. Estaba sentada en la oscuridad del patio, con una cerveza en la mano y la cabeza tirada hacia atrás para perderme en un cielo de luna llena. Era una casa en las afueras, cerca del mar.
Él salió con su guitarra y su silencio a sentarse en la pared baja del balcón terraza. No iba a verme, escondida por sus espaldas.
Empezó a tocar muy suave como no sabía se podía hacer sonar una guitarra. Una mezcla de abnegación y vicio en sus dedos.

Ahí estamos todavía, guardados en una misma imagen nocturna de verano, para cuando queramos volver a estar vivos

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