Sí, hace todo este tiempo. Por
eso es tan difícil que bailen dócilmente las palabras, que corran sensatas a
cubrir tanta ausencia. Pero mire usted: solo ellas pueden hacer estas cosas.
Le
sería abrumador escuchar aquello que quiero oiga primero, quisiera evitárselo,
pero es tan fuerte y sencillo el anhelo que no está bien refrenarlo. Lo extraño
todavía. Pero ahora lo extraño desde esta que soy, que creo tiene bien poco de
aquella que usted miraba.
Una mañana (o un atardecer, no
recuerdo mucho últimamente) desperté sin ese arrebato que hacia usted me
empujaba. Mi amor no estaba muerto, no, solo sosegado. Cuando cerraba mis ojos
para ver los suyos sólo encontraba el color pero no su brillo. Y de su voz ya
no queda una sola sílaba encajada en mi memoria.
Pero como ya le he dicho, no he
olvidado. Recuerdo más que nunca y lo quiero como siempre. Pero cuando quiero
soñar ya no lo invito a acompañarme. Ahora prefiero el temblor de otro cuerpo
junto al mío.
Y usted pensará que esta es una
última venganza. No lo diga, no es cierto. La misión de esta nueva (y vieja)
carta es recordarle algo que seguro sólo usted ha olvidado.
En una tarde de vino y deseo,
usted declaró su emoción por mi pelo. Y yo, loca de amor por usted, lo puse en
sus manos. “Es tuyo” le dije, “te lo regalo”. Usted lo aceptó como suyo y yo
gané el universo entero con esa entrega.
Desde entonces le pertenece. Pero
ahora señor, necesito todas las partes de mi cuerpo para volver a amar.
Si me hiciera el favor, si dejara
de enredarse entre mi pelo, si dejara de esconderse y asaltarme, si pudiera
volver para decirme hola, tal vez yo podría decirle adiós. Ya no soy más que
una esperanza calva y estas nuevas manos que me abrazan ya no saben cómo
retenerme.
Si quiere quédese usted con un
mechón, el más rebelde, y llévelo a pasear, a tomar café y al cine. Ensortíjelo
mientras lee un libro clásico y límpielo con cálida ternura. Pero con el resto,
por favor, haga un bonito paquete, envuélvalo en papel rojo y envíemelo cuanto
antes. No quiero que esos sentidos que usted una vez despertó se marchiten
entre fantasmas.
Nada más tengo que pedirle,
espero me comprenda.
Me despido de usted con una
porción considerable de mi amor,
Su.
(escribí esto para él hace varios siglos. Sobran algunas palabras, como debe ser. Detesto los finales donde gana la injusticia y las batallas se pierden y los que amamos ya no disfrutan del cielo y el agua)
Te vamos a extrañar todo el resto de nuestras vidas.
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