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Y si, parece que todas tenemos un él escondido dando vueltas por los sueños. Diurnos y nocturnos.
Parece que para todas hay (¿necesitamos?) un él con el que, de vez en cuando, nos gusta imaginar que compartimos algo inmoralmente único.
Un él que nuestra seducción reta a duelo para ganar siempre; un él con el que mantenemos (porque mantuvimos) recuerdos de sexos sofocados con fuego.
Son muchos él que nunca serán ellos.
Solitarios fantasmas privados, que a veces se nos aparecen para recordarnos que tal vez, a su lado, hubieramos sido otra.
Espectros sin rostro (aunque imite su cara) que rechazaron revoluciones que, creímos, ambos necesitábamos.
Un él, muchos él, que van y vienen, entran y salen, llegan y se van, mientras es el Cacho el que da vuelta la terrenal tira de asado que tanto le gusta preparanos, en estas noches tibias de viernes cuando está instalandose, felizmente, la primavera.
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