jueves, 5 de junio de 2008

con la sonrisa prestada

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ayer, mientras sentía desde mi casa los festejos por los goles del que le ganaba a Boca, sea el que sea lo mismo da, pensaba que no está tan claro que es lo que nos une, pero es contundente lo que nos separa.

Hay, por ejemplo, aluviones de gente anti-boca, hay muchedumbres de anti-peronistas.
Si, ya sé, no es lo mismo. Uno es un juego, lo otro un grupo de poder. Sepa cada uno cuál es cuál.

Pero festejar derrotas ajenas es muy poco compardo a celebrar victorias propias. Es como no conocer más que los restos de la alegría. Y lo más horrible, envenena el alma.

No, todo esto no es por un club de fútbol. Ni por el animal vecino de enfrente que atraviesa la noche con sus gritos desaforados.

En tiempos de crisis, es hasta imprecindible saber en contra de qué está uno. Pero en tiempos de calma, es escuálido y opaco definirse por el lugar que no se ocupa.

Hay que animarse a la sonrisa propia, aunque haya costado lágrimas. La sonrisa prestada, además de efímera, es sólo una mueca dibujada con un cayon barato.
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