domingo, 10 de mayo de 2009

ganas de

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Yo, la verdad, tenía ganas de charla.
De esas charlas casi develadoras, de esas que una aprovecha para contar un poco como cree que es una (a los otros, que si ya no lo saben es porque tal vez no les importa y con lo que hay estará bien), de esas en que el mundo se concentra en una mesa y lo demás es lo de mas.
Ganas de charlar de muchas arbitrariedades para que, como al descuido, vayan corporizándose esas cosas que están rondando, aleteando en la cabeza, sin forma todavía pero con ganas.
Así nos fuimos a un chino, para dejar que entre el pollo con almendras y el chaw mien con verduras se fueran colando historias que dan forma y no conforman.
La valentía de hacer lo que uno quiere hacer.
La cobardía de ni siquiera intentarlo porque si las cosas van mal con este placebo al que estamos encadenados no importa demasiado. Pero si se pierde, si se aleja, si no llega lo que realmente importa, el dolor sería insoportable. Y no somos vírgenes: sabemos del dolor insoportable que supimos soportar. Y sabemos que solos no podemos.

Por algún extraño efecto colateral me voy estancando en lo que no esperé ser. Y no es por lo que tengo, sino por lo que me estoy empezando a acostumbrar a no tener.


Descubrimiento

Creo en el gran descubrimiento.
Creo en el hombre que hará el descubrimiento.
Creo en el terror del hombre que hará el descubrimiento.
Creo en la palidez de su rostro,
la náusea, el sudor frío en su labio.

Creo en la quema de las notas,
quema hasta las cenizas,
quema hasta la última.

Creo en la dispersión de los números,
su dispersión sin remordimiento.

Creo en la rapidez del hombre,
la precisión de sus movimientos,
su libre albedrío irreprimido.

Creo en la destrucción de las tablillas,
el vertido de los líquidos,
la extinción del rayo.

Afirmo que todo funcionará
y que no será demasiado tarde,
y que las cosas se develarán en ausencia de testigos.
Nadie lo averiguará, no me cabe duda,
ni esposa ni muralla,
ni siquiera un pájaro, porque bien puede cantar.

Creo en la mano detenida,
creo en la carrera arruinada,
creo en la labor perdida de muchos años.
Creo en el secreto llevado a la tumba.

Para mí estas palabras se remontan por encima de las reglas.
No buscan apoyo en ejemplos de ninguna clase.
Mi fe es fuerte, ciega y sin ningún fundamento.

De "Fin y principio", 1993. Wislawa Szymborska. (Versión de Gerardo Beltrán)
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