domingo, 6 de enero de 2008

en el medio de todo

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Pasé el 31 de diciembre siguiendo por tele los vaivenes de la no-entrega de rehenes de las FARC. Soy cholula de eventos políticos internacionales, me sumerjo en esas noticias donde parece que todo se puede arreglar o terminar de romper en un instante, aunque seguro, nada es lo que se ve, porque esas cosas siempre se ordenan lejos de la vista.
Pero además, esos escenarios, son otros de los lugares donde reincido en la necesidad de un final feliz, un “tiro para la justicia” que me devuelva la esperanza de que a veces, si.
Ya, no me digan nada: soy conciente de que es uno de los limbos donde discuten mi razón y mis necesidades insatisfechas. Y soy más pragmática que idealista, no crean.

En estos días de calor sofocante, en estos días de estepa redactística (las ideas que se afirman tan débilmente en el terreno poco irrigado de mi imaginación, dejan que cualquier viento las arranque, y hechas un ovillo, se las lleve lejísimos) me obsesiono leyendo en varios diarios sobre el tema.

Más allá del hecho político interesante, más allá de lo periodístico en juego, en el medio de todo, están las personas involucradas.
Los presidentes, sus poderes y sus estrategias.
Los guerrilleros que medio de la selva habían mutado a terroristas y ahora deciden exhibirlo.
Los familiares que esperan a sus ausentes con una paciencia, dignidad y control admirables.
Los secuestrados, que horror, los secuestrados hace tantos años.
Y un nene chiquito, que nació con la vida cagada, en medio de poderes y estrategias, selvas y terror impúdico, paciencias y dignidades perdidas o recuperadas y tantos años de vida secuestrada.
Un nene chiquitito que vino al mundo por el amor complejo de su mamá y su papá, pero que no fue suficiente para evitar que quede solo, solísimo, en medio de tanto espanto.

Mi hermana, que es psicóloga e idealista, dice que en realidad el chiquitín tiene salvación. Porque, según dice Freud, Lacan o algún literato inglés de los tantos que ella lee, si hubo amor en el comienzo, no todo está perdido.

Ojála, mirá, ojála…
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