domingo, 8 de julio de 2007

Destellos

Como un cristal con muchísimas caras y en movimiento constante, así es la mente de las personas. Por eso un rayo de sol produce siempre reflejos diferentes. Una imagen, como un haz de luz, penetra en ese engranaje tan complicado que es nuestra razón-emoción y dispara respuestas-sensaciones tan distintas, tan únicas.

Ayer (porque la película de los Lugones fue ayer para mí) un hombre recordaba con los ojos iluminados, unos momentos de vida real indiferentes al resto del mundo, donde él y su amiga jugaban a las visitas mientras la muerte, o mejor dicho los asesinatos, criminales y víctimas merodeaban.
Todos sabemos que esos mundos privados de lo público se disfrutan en las miradas que nos amarran al hombre que amamos, o en esos juegos nocturnos, o a la hora de la siesta o cuando pinte, donde los cuerpos se redibujan para darnos placer. Y en esas charlas eternas fruto del enamoramiento, donde el tiempo no existe. El amor hace esas cosas, ya se sabe.
Pero, y también, la vida “común” da esos espacios, esos instantes en que lo común de la vida sigue siéndolo sólo para ser, sin pretensiones, único.

Ayer, mientras volvía caminando a casa, recordé cuando con la clavícula rota, imposibilitada de cuidarme sola, me instalé unos días en casa de mis amigos Daniel y Karina. Tenía yo tres dolores espantosos: el hueso roto que no se podía fijar con un yeso, la angustia de saber la muerte posible y la indigencia en que me dejaba mi amor a quien, cumpliendo mis peores pesadillas, su espanto no lo dejó ser siquiera solidario.

Y en medio de ese inmenso dolor, en mitad de ese caos tan personal, llegaba Dani con la silla baja de sus hijos a sentarse al costado de mi cama para leerme sus poemas. Yo lloraba, él leía. El mundo era afuera y ahí nacía un instante.

Llegué a casa y busqué el libro de poemas de Dani. Hoy ya estamos otros, ya somos lejos, pero esta que soy está construida con un ladrillo que lleva esa ternura dentro.

Desvelo

Espero que la noche
Me duerma
Porque yo solo, no puedo.

(Poemas I, Daniel Peribáñez)

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