viernes, 13 de abril de 2018

pon tus manos a volar o en tus ojos el terror



Llueve afuera, ¿sabes?
O debería.
Esas gotas tibias como abrigo
y nosotros vestidos de silencio.
Suplicamos entendernos pero
tenemos miedo.


En la oscuridad presiento tu boca,
mi boca;
tus manos, mi pelo.
Solo deseo morir enjaulada
en tu ambigüedad.


Un relámpago
ilumina
los derroteros de mi cuerpo
llenos
de arenas grises.


Llueve adentro, sabés?
Mientras busco cómo ofrecerte
mares azules con brisa de romero.
Ahí donde olvidaste tus alas
te extrañan esas luchas
tan ajenas,
tan tuyas,
tan de nadie.


Tal vez hoy entienda por qué tus ojos
se yerguen y miran con soledad.
Aunque no llegue a descubrir
si están pidiendo
perdón o clemencia


De haber llegado antes
sobrarían los fuegos y las treguas.
Pero hoy ya es hoy
y este silencio no le pertenece a nadie.



* El título es un verso de la canción Se dejaba llevar por ti, de Antonio Vega

domingo, 1 de abril de 2018

Gustósono

Me gusta enumerar prolijamente, pero esta vez, no.
Esta vez, prefiero una masa amorfa de gustares y no gustares, un tirar de la cuerda y que vayan saliendo, las cosas, las que gusto o no gusto, las que están o que estuvieron y que por eso las degusto más, o las que no estuvieron y por eso las hecho tanto de menos.
El café con leche de la mañana (jarro de leche con dos cucharadas de café instantáneo). Es sumamente importante que esté, cada mañana, cada una de las mañana de mi vida, una vez que dejó de ser un toddy, una vez que superé el año de rebeldía idiota y me iba a la escuela sin desayunar, porque sí, porque no sabía que me gustaba tanto, el café con leche, con dos de azúcar.
Me gusta el sol en invierno y la sombra en verano. Me gusta la ciencia ficción pero no el terror. Me gusta más Cortázar, Arlt, Camus y Gelman que Borges, Lugones, Celine y tanto poeta que anda por ahí creyendo que es fácil escribir poesía y te suelta impune una chorrera de palabras que no dicen, ni siquiera, lo que insinúan.
Me gusta mi gato y los gatos que se le parecen. Me gusta verlo dormir, despatarrado, en medio del sillón como si todo lo que existe en el universo fuera suyo. Me gusta como se escurre discretamente cuando sabe que tres son multitud.
Me gustaba Ibiza. No sabía ni que existía pero un día me gustó y duró lo que hizo falta. Ahora me gustan muchas de las personas que viven ahí, me gustan sus calas discretas, su mar transparente y sus acantilados mágicos. Pero Ibiza ya no me gusta, ya no.
Me gusta establecer largas conversaciones con chicos chiquitos, dejarme arrastrar por su lógica purísima. No soporto más de dos segundos las charlas de compromiso ni la lógica cínica de algunos adultos.
Me gustan las montañas, los lagos. Me gusta irme de viaje a donde no entienda de los que hablan. Me gusta viajar para conocer otras verdades y en el mientras tanto, tomarme unos miles de mates en alguna plaza de pueblo creyendo que podría ser de ahí si no fuera que alguna absurda coincidencia no lo quiso.
Me gustan casi todos los mamíferos y casi ningún insecto. Me gusta la política aunque no la entiendo. Me gusta saber que la justicia hace justicia porque así las cosas están como deberían y me siento tranquila, ordenada, satisfecha, en paz.
Me gustan las lapiceras, los cuadernos, las revistas. Me gusta el silencio después que mamá habló y habló, hablo, habló, habló y habló… No me gusta tu silencio cuando es solo ausencia.
Me gusta arriba, abajo, de costado, en silencio, conversando, de pie, sentados, acostados. Me gusta cuando me amas y te amo por todos los rincones de mi casa. Y de la tuya.
Me gustan las fotos, escribir, leer, resolver los problemas justo en el momento en que aparece el vértigo de sospechar que no va a haber solución, pero al final la hay. Me gusta el trabajo pero no el que tengo.
Me hubiera gustado tener hijos. Me hubiera gustado tener padre.
Me gustan las series de la tele con familias disfuncionales, con individuos rotos. Pero cuando pienso que son actores que ganan millones de dólares por hacer de alguien que bien podría ser yo, ya no me gustan. Me gustaba Meteoro y Astroboy pero ahora no me divierten ni por nostalgia.
¿Alguna vez me va a gustar cambiar de sueños? ¿Alguna vez me gustará cocinar? ¿Quizás algún día me guste ser tercera, o segunda o hasta última en alguna de esas travesías imposibles?
Me gustan algunas palabras: duna, chichón, cutre, guarro, salamín. Me gusta jugar con las palabras, que juguemos a recortar palabras en el aire, que armemos redes volátiles de palabras. Que susuremos palabras, que olvidemos palabras, que comamos palabras.
Me gusta esa foto sorpresiva donde estamos todos riendo, donde no sobra nadie.
Me gusta cantarme canciones cuando voy a hacer algo que me da miedo o me llena de orgullo, cuando me lastiman y no se que otra cosa hacer, cuando quiero exorcizar fantasmas.

Y como no hay imperativo para el verbo gustar, me hubiera o hubiese gustado, o mejor, me gustaría llamarte, algún día.

1-3-2009