domingo, 22 de julio de 2012

empezar

La mayor parte del tiempo sé por qué hago las cosas. Quizás mejor sería decir que en la mayoría de los casos le asigno un porqué de origen. Equivocado o no, hay un entramado de situaciones y sensaciones, aunque estas no tengan mucho peso, que dan el espaldarazo necesario a mis acciones.
Y eso es sencillamente una porquería.
Eso de la espontaneidad, eso de los deseos irrefrenables, eso del vértigo de dejarse llevar no asoma en acciones de este tipo, sesudas, aplicadas, respetuosas, honradas. Sosas.

La mayor parte del tiempo no sé, ni puta idea, de por qué no hago cosas. No se por qué no escribo, no sé por qué no leo, no sé por qué no viajo, no sé por qué no estudio inglés. No se por qué no dejo entrar a nadie, no sé.

Al final de cada día, cuando sentada en el mismo lugar en donde estoy ahora, me pongo a pensar en qué gasté las horas del hoy la respuesta casi siempre es una suma de cosas que no pasan de necesarias. Nunca hermosas.
Busco una metáfora y se me aparecen los monos de la yunga boliviana.
En Villa Tunari hay una reserva de monos, especialmente capuchinos, que se creó a partir de la gran cantidad de animales que los ricos compran de cachorros para su diversión pero que luego cuando llegan a adultos les colman la paciencia y los abandonan. Es que encerrados en una casa, esos pequeños monolitos a la dependencia exigen comida y agua, pero le peor sin duda, es que un mono es un mono y no va a controlar esfinteres nunca.
Así, aquellos graciosos regalos se convierten en exiliados for ever. Viven su vida en una jungla en la que no pueden desenvolverse con seguridad y autonomía, por eso necesitan una reserva, necesitan de sus cuidadores para que les preparen sus comidas y les llenen los bebederos.
No hay peligro si se mantienen saltando entre las veinte lianas del parque.
Imagino a uno de los monos agarrado a la última rama, aturdido, no sabiendo si continuar hacia ese adelante temible o si volver para atrás. Y no hace nada, la rama se balancea, adelante, atrás, adelante, atrás. Nada, nada. Nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario