domingo, 3 de octubre de 2010

después del jueves inexorable, un sábado banal

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Lo inexorable
El jueves llego a casa a las 7 de la tarde después de todo un día de dar vueltas alejada de radios, tv y diarios online. Enciendo la radio y esto es lo primero que escucho: "Es muy grave la situación en Ecuador. Correa permanece secuestrado". Intento seguir escuchando pero no logro entender, el miedo obnubila y todos los datos parecen pocos. Empiezo a llamar por teléfono y me entero de lo que pasa. Hay que esperar y estar pegado a la tele. Llama mi hermana e intercambiamos insultos, miedos, esperanzas, ánimos. Yo siempre tan en mi papel, le digo que seguro no va a pasar nada, que en cualquier momento se resuelve todo y Correa sale al balcón (muy pasionalmente sudaca eso de salir a los balcones). Ella me dice: "ya salió, ¿no lo viste desde la ventana del hospital diciendo que lo quieren matar?" No, no lo vi. La dejo y me voy frente a la tele porque es obvio que me falta data visual.
Paso las horas a control remoto pasando canales . Me quedo en el Siete (la televisión pública) porque habla Correa por teléfono con la televisión pública ecuatoriana desde adentro del hospital donde lo tienen rodeado. Tanta mediatización me confunde, pero no es momento de analizar las formas. Pedro (Brieguer) desde la pantalla nos aclara que no es uno de esos golpes de estado que tanto conocemos, ya no más el formato años '70, ahora vienen así: más cámaras encendidas, más presidentes secuestrados o encerrados, más civiles opositores en las calles reclamando muertos.
Se hacen las 10 o las 11 de la noche y en la pantalla de la tele se ve movimiento de soldados queriendo entrar al hospital, coches que pasan a velocidad de huida y se quedan a esperar en la puerta. El audio no reproduce esa imagen sino que registra el diálogo entre un periodista que está en el estudio y otro que desde adentro del edificio cuenta que los enfermos y sus médicos están muertos de miedo, que los gases no dejan ver nada, que lo ve pasar a Correa, que bajan las escaleras desde el tercer piso al primero y ahí se queda, el periodista, diciendo cada dos palabras "esto es muy peligroso" mientras las cámaras muestran como los coches que esperaban, arrancan y se alejan con el presidente a salvo.
Al rato, Rafael Correa desde el balcón, con medio cuerpo afuera en algunos momentos, es una tromba indignada, seguida -acompañada y vista- por el mundo entero.
Ya está, ya pasó, ya me puedo ir a dormir tranquila. O casi.

Lo banal
Sábado en casa de mi hermana, reunión de chicas en el estudio. "Qué miedo el jueves", "qué bárbaro este Correa", "menos mal que no pasó de ahí". Ahora si es tiempo de análisis, de preguntas, de búsqueda. Hasta que una de nosotras salta con un tímido: "¿no lo vieron en la ventana del hospital, aflojándose la corbata y la camisa?" Silencio, cualquier comentario parecería demasiado superficial. Y al fin...
"¡qué bueno que está este tipo!" "¡qué viril!" "¡qué macho!"
Risas y otra vez la necesidad de imagen y sonido. Tiene que estar en you tube, claro que si, no estamos solas en esto. Y estaba.
Para algunos, un payaso. Para otras, un subidón de libido difícil de olvidar.
Así, sin medias tintas y todo mezclado.

Así es Latinoamérica, así somos los latinamericanos: los desacuerdos nos violentan, nos separan irracionalmente de vereda y casi siempre esto lo pagamos con vidas humanas. Pasiones descontroladas que se ponen en juego, juegos peligrosos de los que salimos vivos y candentes o muertos y doloridos para siempre. O las dos cosas a la vez.

Esta vez, de esta partida salen favorecidos la democracia y el club de fans de Rafael Correa.
Lo inexorable y lo banal de picnic en esta caliente primavera sudamericana.

http://www.youtube.com/watch?v=GHpHD7K_taY

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