martes, 25 de mayo de 2010

190, 200, 205, 210...

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Si es cursi decir y sentir con orgullo excultante que una ama a su país, peor, a su patria, y bueno, tendré que aceptarme cursi.
Desde hace 10 años, cuando decidí volver a vivir "en casa" (en lo familiar, en donde una encuentra referencias, en donde una reconoce igualdad aún entre los defectos de los otros) cada vez que escucho y deseo cantar el himno, no puedo porque lloro. Me emociono hasta que se me nublan los ojos con lágrimas que no llegan a salir, se me cierra la garganta y me salen gorgoteos y no palabras. Beneficio (o castigo) de las mujeres: el llanto está siempre disponible para decir lo que las palabras no alcanzan a contar.
Estamos de cumpleaños, el 200, y Buenos Aires (espero que el país entero) es una fiesta. Salimos a la calle a juntarnos para vivir la parte de la Argentina que nos enorgullece: algunos van a ver desfiles militares, otros desfiles de comunidades provinciales y extranjeras, otros van a escuchar folcklore, otros tango, otros a León Gieco, Kapanga, y hasta a Fito Paéz. Otros van a comer y beber en los stands de provincias, visitan a las Madres y Abuelas y hasta se tramitan el DNI. Todos en las calles con nuestras diferencias a cuestas pero unidos por nuestas semejanzas. En estos tiempo donde la tolerancia es un valor a conquistar (yo te tolero pero ojalá no estuvieras ahi) y no el respeto, es un avance.
¿Que durará lo que duren los espectáculos? es posible, pero hoy salis a la calle y la gente está contenta. Mi amiga Gabriela dice que ojalá sea un inicio de un nuevo país.
Igual ya tenemos este, que no está mal (hace 10 años era un completo desastre y dolía en el pecho o en el alma) y esperemos podamos seguir haciendolo mejor. Y la única forma es hacerlo juntos, parte a parte, dentro de este extraordinario marco latinoamericano que también estamos viviendo.
En fin, que amo a este país con mis emociones irracionales y con toda mi razón (y sus razones)
Amar nunca está de mas y sigo pensando, quizás por haber vivido tantas ausencias, que cuando se tiene la oportunidad es la única razón de osadía que hace falta.
Y ahora, a celebrar.
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