martes, 2 de febrero de 2010

sorpresa

Después de un tiempo prudencial de desintoxicación correctora, regreso a la lectura madrugadora que oportunamente regala el viaje en colectivo al trabajo. La mente está en una zona franca entre el sueño y el arrebato pragmático, en un éxtasis de "lo que me echen, lo creo, lo vivo"
Cayó en mis manos una novela, fácil de leer, muy argentina, con personajes periodistas: un remanso. Hoy venía terminándola, 8:45 de la mañana, ante último capítulo y la cosa estaba en su clímax. Viaje a Uruguay (en el libro), a la zona que me queda por conocer (a mí, a la que está leyendo), calor ahí fuera del colectivo, calor ahí dentro del libro. Y de repente... va el autor y lo mata. Al protagonista, así, como si nada, frívolamente...

Cerré el libro con 5 páginas pendientes: esperé el viaje de vuelta para terminar. Como todavía me quedaba una carilla cuando llegué a mi parada, bajé y, apoyada contra una pared, alcancé sin sobresaltos al punto final. Pensé: "Voy a escribirle al autor para reclamarle por esa muerte injusta". No lo hice.
De esto hace ya seis horas. Es de noche y los extrañó, a todos, a casi todos los personajes.
Qué raro.
Leer te hace sentir cada cosa...

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