domingo, 28 de febrero de 2010

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Porque cada día se escucha con más fuerza eso de "este país es un desastre" "Estamos peor que nunca" Siempre es bueno recordar que pasó en este nuestro país, que nos arrebataron (si te ponés a revisar el gabinete del Pepe Mujica vas a ver que con el tiempo los guerrilleros se reciclan a demócratas, pero los milicos nunca lo harán), que nos está faltando, todavía...

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-141161-2010-02-28.html

sábado, 27 de febrero de 2010

Tarde de domingo (II)

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Esto de ponerse a clasificar el manantial (de letras, de imaginación, de belleza, es decir, de pensamiento) se convierte en vicio si uno se deja llevar.
Desmayadas de tanto ir i venir acomodando libros, nos tomamos (mi hermana y yo) un descanso frente a la tele, pero después de media hora de saltar por los miles de canales que no inspiran nada, decidimos buscar un video. Tarde de domingo, recuerdos infantiles compartidos, "que sea una en blanco y negro, con uno de aquellos viejos doblajes, como si fuera un "Sábado de cine y series". Muy bien, a horadar el sillón y que venga Tyrone Power y su "Al filo de la navaja"
Ah, qué delicia, qué guión, qué ritmo, qué historia! Ok, Tim Burton esta más que bien, alguna que otra peli salida del sundance, bueno, pero al cine americano de los 40-50 no hay con que darle.

Quedaban algunos libros por acomodar y lo que se empieza, aún cuando se complique, hay que terminarlo. Pero Tyrone y Gene (Tierney) se vinieron con nosotras.
Quizás el mundo sea así de sencillo, así de clasificable. Quizás sirva andar por la vida sabiendo que hay dos grupos de personas (con matices, pero solo dos). Están los generosos (como Tyrone) y los egoístas (como Gene). Están los que saben que en el mundo hay otros y están los que creen que los otros están a punto de sacarles algo, no importa que, algo. Y ese algo es mío y lo quiero tener, es decir, no quiero que otros lo tengan, es decir, no puede ser de los otros. Si no yo que, yo sería el que no tiene algo y eso no quiero ser.
Generosos y egoístas. Generosos que pueden ser felices con lo que tienen pero si aquellos que aman no están en paz ellos tampoco pueden estarlo. Generosos que comparten lo que tienen y no regalan solo lo que les sobra o les quedó viejo. Generosos que extienden una mano para asir al otro y no que, desde arriba, dejan caer lo que se les rebalsa de sus manos repletas.
Egoístas que piensan que mientras ellos estén bien, el resto que se calle. Egoístas que no preguntan nada porque saber de los sobresaltos o pesares de los demás los pone mal. Egoístas que recuerdan la época en que podían comprar perfumes franceses con alegría y desprecian los tiempos en que los jubilados viven tranquilos.

Ya, usar esta clasificación es infantil, simplista, ingenua, tonta. Pero da una enorme tranquilidad aplicar la regla a los que te rodean y ver que hay más (muchos más) de un lado que del otro. Proporciona una serena guia de conducta que permite diferenciar qué es lo más apropiado hacer o no hacer.
El resto es solo vida bruta. El resto es soledad acompañada.
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lunes, 22 de febrero de 2010

lluvia

Llueve, otra vez, sobre baires. Lau me hizo acordar de este poema de Juan (Gelman), tan, tan hermoso...

Lluvia

hoy llueve mucho, mucho,
y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor/
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra/
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la
mujer/
entra a la casa por la ventana y no por la puerta/
por una puerta se entra a muchos sitios/
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo/ pero no al mundo/
ni a una mujer/ni al alma/
es decir/a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así/
como hoy/que llueve mucho/
y me cuesta escribir la palabra amor/
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa/
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran/
y cuándo/y cómo/
pero el alma qué puede explicar/
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca/
palabras que naufragan/
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
mueren la misma noche en que amó/
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca
escribirá/
como el silencio que hay entre dos rosas/
o como yo/que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia/
a la lluvia/
a mi corazón desterrado/

miércoles, 17 de febrero de 2010

Tarde de domingo (I)

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Domingo a la tarde. Entre ayer y hoy a la mañana acomodamos "a conciencia" la biblioteca de mi hermana. La semana pasada hubo que apilar todos sus libros en un rincón y este fin de semana tocó orden.
Es todo un rasgo de personalidad saber como cada uno ordena sus libros en sus bibliotecas. Yo tengo pocas secciones: mis amores (Juan, Julio, Albert, Italo y Roberto) que ya se están chocando con los de los amigos (esto de tener amigos escritores/poetas es así), por otro lado los diccionarios y cosas semejantes y más allá todos los demás. Me gusta que se estén ahí, sin muchas razones que los separen, todos juntos, obligándome a repasar los lomos de todos cuando busco distinguir a uno.
Mi hermana en cambio, como no vivió demasiadas mudanzas, tiene una biblioteca un poco más nutrida que la mía. Así que primero armamos pilitas y después las acomodamos en los estantes. Sus grupetes eran: biografías, filosofía (que toleraba sociología como invitada), historia argentina, argentinos, románticos, siglo XIX, modernos, chinos (ya se sabe que eso incluye japoneses visto que en las bibliotecas particulares las discrepancias históricas cuentan poco), mujeres, cine, Joyce, James, Duras, Woolf, Saramago, Calvino, Willkie Collins, Cheever, Edad Media e historia. La parte de psicología está más allá, sola, como empezando a ser dejada de lado.
Así se nos pasó la tarde: de aquí para allá trasladando letras o tesoros, recordando vivencias ancladas en "este libro lo leí cuando...", es decir, perdidas en la grata tarea de poner en orden el imaginario.
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martes, 2 de febrero de 2010

sorpresa

Después de un tiempo prudencial de desintoxicación correctora, regreso a la lectura madrugadora que oportunamente regala el viaje en colectivo al trabajo. La mente está en una zona franca entre el sueño y el arrebato pragmático, en un éxtasis de "lo que me echen, lo creo, lo vivo"
Cayó en mis manos una novela, fácil de leer, muy argentina, con personajes periodistas: un remanso. Hoy venía terminándola, 8:45 de la mañana, ante último capítulo y la cosa estaba en su clímax. Viaje a Uruguay (en el libro), a la zona que me queda por conocer (a mí, a la que está leyendo), calor ahí fuera del colectivo, calor ahí dentro del libro. Y de repente... va el autor y lo mata. Al protagonista, así, como si nada, frívolamente...

Cerré el libro con 5 páginas pendientes: esperé el viaje de vuelta para terminar. Como todavía me quedaba una carilla cuando llegué a mi parada, bajé y, apoyada contra una pared, alcancé sin sobresaltos al punto final. Pensé: "Voy a escribirle al autor para reclamarle por esa muerte injusta". No lo hice.
De esto hace ya seis horas. Es de noche y los extrañó, a todos, a casi todos los personajes.
Qué raro.
Leer te hace sentir cada cosa...