domingo, 25 de octubre de 2009

Norha, ayer

Podría salir de casa, a estas horas, con esta llovizna, dejar todo atrás, en lo seguro, esperándome. Salir, meterme en la ciudad en busca de algo tóxico, alguna cosa adormilante y motivadora. Podría sentarme a esperar, en algún bar, a tener más ganas, a que sea más necesario. Podría no esquivar esa mirada, ocasionarla, provocarla, porque esa forma de sujetar el cigarrillo me hizo un poco de gracia. Y no saber en qué momento ya estar hablándole, aceptando su roce, entendiendo sus gestos sin comprenderle casi ninguna palabra. Sentir como el humo oculta el temporal, como el olor a tierra mojada está anunciando exilios, como vamos transformándonos en vórtice, como se huelen los besos por hacer, como solo quiero saber su nombre para jugar con sus sonidos, para abanicarme con sus letras cuando llegue el sopor de las sábanas gastadas. Podría necesitar después una última calada de vértigo compartido, viajando de mano en mano, de boca a boca, de murmullo en murmullo. Podría verle guardar silencio o pedirle algún canto tradicional para que no le entienda, mientras nos vamos quedando dormidos, descelebrados. Podría aceptar el desayuno del hotel mientras lo dejo explicar la llegada del hombre a la luna o la última detención en boxes o la estática respiración del lince cuando está por caer sobre su presa. Ya no sé quien es; ya no sabré quien era. Y podría volver a casa, simular que soy la misma, pero ya no, ya no más, porque a partir de ahora: ella.
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viernes, 23 de octubre de 2009

después

Después de un día de calor impertinente, agobiante; después de un día de voz carrasposa, casi nula; después de mucho de lo mismo, después de llegar a casa, después de cambiarme de ropa, después de dos tandas de mate, después de una cena al paso de palta y queso, después de que empezara la lluvia, después de que el viento se llevara todo, mientras el cielo todavía se escandaliza entre truenos blancos, al alcance de todo el casi-jazz que puedo disfrutar; después, llegás vos y entonces yo, desde este encendido precipicio, sonrío.

miércoles, 21 de octubre de 2009

nuestros amores

Las chicas tenemos muchos amores. Y eso nos pasa porque contamos con esa extraña y hermosa habilidad de sentirnos enamoradas incluso de hombres a los que no tocamos ni tocaremos nunca. Artistas en su mayoría, famosos en general, aunque nada nos priva de enamorarnos así, pasivamente, de ese hombre que toma otro colectivo en la misma parada que nosotras, casado, padre, sí, puede ser, pero que nos encanta verlo, esperarlo a que llegue y que después se vaya, sin decir, ninguno de los dos, ni mu.
Es verdad, los famosos se quedan con los mayores réditos, pero ahi también ejercemos una virtud que en vivo y en directo no permitiríamos ni de chiste: ese famoso lo compartimos, puede ser el amor de miles de mujeres y no nos importa porque ese sentimiento que se arrebata dentro nuestro es único.
A veces nos toca llorar por una muerte demasiado prematura, y nos deprimimos en serio, bueno, casi en serio, nos obliga a replanteranos cosas, casi replantearnos, y dudamos en volver a enamorarnos de otro porque aprendimos que hasta lo virtual, cuando es intenso, también duele.
Vamos, todo este speech para declarar mi más reciente amor. Las que me conocen desde hace tanto saben que soy bastante enamoradiza en este asunto de los virtuales: la lista es inconmensurable y va desde ancianos maravillosos hasta jovencitos, eso si, que tengan cumplidos los 18. Bueno, sumamos otro, esta vez, alemán.
Van a ser escasos tres domingos de romance, tres noches en la que no me importa nada que al día siguiente haya que ir a ese arrebato de mediocridad y rutina que es mi trabajo. Tres domingos (me queda uno nada más, snif!) donde todo lo real desaparece para dejar acomodarse en mi sillón a una sensibilidad descontrolada. Y es que además de "él", la miniserie donde actúa es buenísima.
Los Mann es una serie del 2001 que trae a esa familia a mi casa los domingos a las 22 por el canal EuropaEuropa. No quiero detenerme mucho en ella, pero cuando un programa de televisión o una película te hacen sentir una época, sentir no entender, creo que las vuelve imperdibles. Sí, otra de mis debilidades: esas realidades virtuales que me sacan de mi misma y mis complicaciones me fascinan profundamente.
Pero bueno, él. Ya varias nos enamoramos cuando vimos La vida de los otros. Sebastian Koch fue el escritor espiado que se entera tarde y antes fue Klaus Mann, ahora, en mis domingos, es Klaus Mann. Y no importa que le salga tan bien el personaje de homosexual, lo vimos antes como Georg y sabemos que siempre es Sebastian, el bello y viril Sebastian con el que el próximo domingo tendré nuestra última cita. Hasta la próxima, claro.
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sábado, 17 de octubre de 2009

sábado, 3 de octubre de 2009

primavera, a consecuencia de...

Pensaba escribir un poema que dijera algo más o menos así:

no quiero darte fiestas sino felicidades, amor
no impresionarte con flores,
instantáneas de una belleza que ha comenzado a morir,
sino regalarte plantas a las que hay que
cuidar
alimentar
esperar,
en las que hay que poner esfuerzo y esperanza,
donde hay que ensuciarse las manos con tierra

Pero eso no es poema ni nada y tal vez no quiera ampararme en la poesía,
o no pueda,
el tema es que
la primavera emociona porque deviene del invierno
porque renace lo que parecía muerto
porque nos trae lo que creíamos perdido

Por eso es que,
cuando celebramos la belleza o el amor como lo hace Juan,
celebramos dos veces:
el apoteosis que llega
el dolor que se apaga

nos han espantado, sí,
pero estamos de vuelta

¡feliz primavera!

viernes, 2 de octubre de 2009

primavera, you know...

Fábrica de amor (II)

Álza tus brazos, ellos encierran a la noche, desátala
sobre mi sed,

tambor, tambor, mi fuego.
Que la noche nos cubra con una campana

que suene suavemente a cada golpe de amor.
Entiérrame la sombra, lávame con ceniza, cávame del dolor,

límpiame el aire:
yo quiero amarte libre.

Tu destruyes el mundo para que esto suceda
tu comienzas el mundo para que esto suceda.

Juan Gelman, por supuesto...