sábado, 22 de agosto de 2009

Albert (+ + + cont. - - - )

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Salimos. La noche está más fresca que como la dejamos al entrar al bar. Albert me pregunta a quién estoy leyendo ahora. “Houellebecq” le digo. “Mmm, no sirve” “¿No sirve? ¿Servir para qué?” le contesto un poco ofuscada. Servir no es una palabra que me guste ver emparentada con literatura. “¿Ves ahí? ¿Ves que hay como un anfiteatro unipersonal?” Un pequeño recoveco en el borde de una plaza, sí, efectivamente, parece un estrecho anfiteatro. Esa plaza la conozco, estamos a pocas calles de su casa. “¿Vas a montar una performance espontánea a las tres de la mañana?” lo provoco. Me mira, con los ojos brillantes, encendidos por su pasión, me sienta, se sienta frente a mí y comienza…
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