viernes, 12 de junio de 2009

impunidades santas

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Las ganas no se le fueron.
Se le pusieron los ojos rojos como granadas maduras de tanta mirada lasciva. La boca se le llenó de dientes como pequeños puñales, tantos, que desde lejos parecían un ejército devastador en busca de sus víctimas. Las manos, sus viciadas manos, fueron redes, anzuelos, arpones, misiles, barcos pesqueros, submarinos nucleares surcadores de mares de inocencias rotas.
Las ganas no se le fueron y alguien le dio permiso y emancipación para seguir satisfaciéndolas.

(Y seguimos siendo tan firmes, tan del lado de la justicia, que nadie va a ir a romperle la cara a un cura pedófilo, insistiremos ante la ley, siempre)
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