sábado, 27 de junio de 2009

mañana votamos

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Mañana hay que ir a votar. Acá es obligatorio: universal, secreto y obligatorio. Es así por tres razones que parecen pasadas de moda pero nunca se sabe cuando van a pedir que vuelvan: votamos todos sin importar raza, religión, sexo o condición social; es secreto para que ningún "patrón" nos obligue a votar por sus amigos y es obligatorio porque es responsabilidad de todos elegir el tipo de país que queremos tener.
A mi me gusta ir a votar y me gusta por muchas cosas: porque tomo partido, porque reflexiono, porque analizo la dialéctica de discursos increíbles, algunos intolerables casi, porque aparece la sensación de que todos estamos en el mismo barco, todos tenemos que hacer un mismo hecho este domingo y el día entero se organiza para todos a partir de eso. Me gusta especialmente poner el voto en la urna, me acuerdo en ese momento de quienes no están, de las víctimas de la dictadura más salvaje (esas ausencias con las que convivimos y que están más presentes que nunca) y de los salvajes dictadores que no les gustaba (¿gusta?) nada que hagamos "esa tontería de elegir, como si estuvieran preparados, no somos todos iguales, los comprás con un pancho y una coca" En ese momento, les juro, me late el corazón y me estalla una sonrisa irrefrenable.
Cerca de las seis, cuando cierran los comicios, me empiezo a poner ansiosa. Pocas, poquísimas veces gana el que yo voto y muchas, muchísimas veces "amplían su mayoría" quienes no votaría ni borracha. Como eso de la boca de urna no funciona del todo bien por estos lados, recién tres o cuatro horas después se sabe como van las cosas. Es ir a dormir con la radio para escuchar hasta el último instante antes de que llegue el sueño.
Mañana votamos. Estoy contenta aunque ya sé que vivo en un bastión de la derecha y mi voto será de una de las minorías. Igual estoy emocionada y aunque suene cursi, y a pesar de sus carencias, viva la democracia.
(Acordarse: recreando a Saussure, el valor de la palabra democracia viene dado por aquello que no es: si no hay democracia no llega la revolución social sino las dictaduras)
saludos!
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miércoles, 17 de junio de 2009

Mitologías aliadas con la patronal

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Quizás por lo que tienen en común, aunque es bien poco, y por lo mucho que los hace diferentes. Quizás porque son mis viajes y mi memoria lo que toman como nexo. Quizás porque son misterio, mito, leyenda, explicación o justificación justo donde la realidad confunde pasado y futuro. Quizás por algo de eso, quizás no, es que quiero contar algo de ellos.
Son dos extraños personajes nacidos fuera de las ciudades, ligados al trabajo sobrehumano y al castigo, si es que este falta. Dos continentes, dos hemisferios, dos realidades y, sin embargo, ese olor en los relatos que los ensambla.
Allá en Ibiza, el Fameliar es un enano nacido en una botella en la que fue atrapada una hierba efímera que muere apenas nacida la misma noche de San Juan. El monstruo es, en este caso, de ese lado del mundo, un pequeño engendro hiperactivo que al ser liberado de su ampolla, reclama muy, muy, muy insistentemente “feina o menjar" ("trabajo o comida"). El engendrito es capaz de construir una casa en unas pocas horas, tal es su vocación laboral, y con esa misma energía se dedica en devorar alimentos si las tareas le faltan.
Acá, en el Norte argentino, el Familiar es un monstruo acorde con nuestros desvelos trágicos. Una especie de perro, con o sin cabeza según los diferentes relatos, empardado con los dueños de los ingenios azucareros para engullir sin piedad a los trabajadores extraviados. La cuota es uno al año: si acaso a veces la zafra se cobra algunos más es porque el engendro estaba hambriento. Según parece, durante la oscurísima noche dictatorial, su voracidad fue insaciable.
De cómo el gracioso fameliar, nacido entre las hogueras de la noches de San Juan, llegó a trasvestirse en el mismísimo fuego devorador, es quizás la más sobrehumana –e innecesaria- de sus feines.
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viernes, 12 de junio de 2009

impunidades santas

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Las ganas no se le fueron.
Se le pusieron los ojos rojos como granadas maduras de tanta mirada lasciva. La boca se le llenó de dientes como pequeños puñales, tantos, que desde lejos parecían un ejército devastador en busca de sus víctimas. Las manos, sus viciadas manos, fueron redes, anzuelos, arpones, misiles, barcos pesqueros, submarinos nucleares surcadores de mares de inocencias rotas.
Las ganas no se le fueron y alguien le dio permiso y emancipación para seguir satisfaciéndolas.

(Y seguimos siendo tan firmes, tan del lado de la justicia, que nadie va a ir a romperle la cara a un cura pedófilo, insistiremos ante la ley, siempre)
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sábado, 6 de junio de 2009

yo no se

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Definitivamente, el abismo entre teoría y práctica es como ese lugar donde caen las aguas de la Garganta del Diablo que, según dijo el guía, nadie puede saber que profundidad tiene.
Me llevo mal con Facebook, es muy lento pasar de una funcionalidad a otra, veo mucha información que no me importa, se puede encontrar gente que todavía importa aunque no debería... En fin, no me entusiasma.
El martes de esta semana apareció un mensaje de mi casilla de una compañera de la escuela primaria. El nombre era el mismo pero la cara no, claro, tantos años. Me preguntaba si yo era aquella. Le dije que si y a partir de entonces no paran de llegar los ex-compañeros.
Yo acepto a todos pero no contesto nada. No se que decir. No son ellos los de mis recuerdos, no soy yo la que era, me sorprende que se acuerden, la verdad. Pero ahí están, se juntaron la semana pasada y están felices de reencontrarse. Yo estoy simplemente petrificada (claro, normal en mí).

El facebook pervierte el tiempo. Con el espacio ya se sabía, desde que marcando un número de teléfono se puede hablar con la vecina de al lado o con alguien de otro continente, el espacio pasó a ser algo menos importante. Pero el tiempo venía impune, hasta ahora.

¿Cuántos miles de personas se reencontraron con viejos compañeros, amigos, parientes con esto del facebook? Yo sabía que eso pasa, es más, es uno de los caballitos de batalla del sitio, pero la teoría, como decía, no es algo vivo. Esta confusión, esta sensación de que el tiempo choca acelerado, yendo da acá para allá como si nada, es práctica viva no teoría. A ver si me la banco.
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