lunes, 30 de marzo de 2009

una A provoca un 6

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Las chicas somos así, como impredecibles pero no.
Algo como que un golpe en la rodilla desencadena un alzamiento del pie, o que una depresión termine en día de compras o un deseo de cambio en un corte de pelo.
Todo superficialmente hablando, no esperen ustedes, señores, que devele secretos que deberían descubrir por ustedes mismos.
Pero bueno, sin grandes detalles, una A provoca un 6 y es así de simple.

Por esto o por aquello, por charlas que faltan, por novedades que animan, hace días que andamos dando vueltas a esta extranjería tan arraigada (y esto sí que es una contradicción), casi coyuntural.
El sábado, harta de estar sentada en las seis sillas del comedor, en la cama, en la silla de la computadora, en el sillón o en el suelo delante del sillón, agarré el termo, el mate y El silenciero (sí, Di Benedetto otra vez) y me senté en el pasillo, donde siempre se sienta el gato, frente a la puerta del estudio y mirando hacia la ventana.
Un cambio de óptica. La casa en silencio, el mate a punto, la lectura justa.
Mirar lo mismo con ojos nuevos.
La extranjería puede ser un lujo, una herramienta, un vértigo, una vocación.

Y bueno, lo que decía. Esta mañana me compré una cámara de fotos: si vamos a ser extranjeros, que sea a lo bestia.

Pensé que me bastaba dar media vuelta y todo quedaría concluido. Pero toda una playa vibrante de sol se apretaba detrás de mi. Sabía que no iba a librarme del sol desplazándome un paso.
El extranjero, Albert Camus
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1 comentario:

  1. Lo de un cambio de óptica ha hecho que pensara en Michaux, mi querida extranjera.

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