domingo, 23 de noviembre de 2008

después de amarnos

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Esa mañana, después de amarnos, tus manos enfundadas en siluetas de colores, dieron vida a una escultura, dieron vida a tu alegría, que dio vida a la escultura que dio vida a tu vida. Como locos, contabas, tus dedos recorrían la nada, el frío, el barro, para sonsacarle curvas, rectas, ángulos, perspectiva, profundidad; naciendo puertas y ventanas, para salir, para espiar; techos para sentirse a salvo, macetas para llenarlas de flores.
Esa mañana, después de amarnos, hubo sol y sueño atrasado y mientras mirábamos el mar, mientras untábamos tostadas, sabíamos como nunca que la inmensidad a veces es muy pequeña, pero daba igual, porque el cuchillo se deslizaba suavemente, hacia vos, hacia mí, el agua brillaba sin olas, y nuestros ojos, mirando nada, lo miraban todo.
Esa mañana, después de amarnos, estuvimos cerca, casi, a un paso, pero el sol quema y despues vuelve el frío, y el sol quema y vuelve el frío,
quema,
arde,
el frío.
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