Otro de mis favoritos.
A veces me pregunto: ¿porqué casi todos tus favoritos son tan tristes?
Otras veces no me pregunto nada.
Arlt 1: El juguete rabioso me quemó la cabeza. Tan igual a papá, pobre Silvio. Después, en veranos de solazo intenso, caminando con pesadas cajas en las manos repetía como un exorcismo gracioso: Dio fetente!
Arlt 2: “No tengo miedo a la muerte física. No. Tengo miedo al desamparo en que vivo, de la incredulidad feroz que me rodea” (El amor brujo).
Arlt 3: De uno de los viajes, me había llevado para Ibiza El Jorobadito. Se lo presté a muchos (“es un escritor antiguo” sentenció Rafa) pero el último no me lo devolvió. Ni se si lo leyó. Lo debe haber tirado. Y a mí que me sigue faltando…
Arlt 4: En una etapa de manía -habían pasado ya la relectura de El juguete rabioso y el dúo inseparable de Los siete locos y Los lanzallamas- me podía pasar horas hablando con cualquiera (que quisiera oir) de los grandioso de Arlt. J. tuvo un tiempo El Jorobadito encima. Su mamá lo vio en esas vacaciones y para halagarlo, le llevó unos meses después las Obras completas. A mí me pareció injusto: él que ni lo conocía y mi familia que ni siquiera me mandaba alfajores.
Arlt 5: El otro día viene mi tía por primera vez a casa y me pregunta: ¿de quién es la foto de este bombón? Roberto Arlt, tía. Un escritor, le acalré. “Ah, que lindo es. Un bombón”.
Arlt 5: Así, rebuscada. No podía ser de otra forma en que me pusiera a hablar de él.
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