jueves, 13 de diciembre de 2007

identidad

.
De chica odiaba el Gabriela completo. Esa no era yo, yo era Gabi, así, cortito y con i latina (bueno, eso ahora es lo mismo. Que se sepa: con y griega está mal escrito!).
En España recuperé el Gabriela entero. No es un nombre común de mujer, así que Gaby es conocido sólo como diminutivo masculino. Pero además, la sonoridad de tantas aes juntas matizadas con b y l lo vuelven más femenino al pronunciarlo entero.
Hoy Gabriela Bilbao es lo que soy, ni más ni menos, y con mucho gusto.

Una compañera de trabajo me decía que Bilbao le suena importante. ¿Suena importante? Suena vasco. De mis antepasados, uno de cada pueblo, en realidad sólo el bisabuelo lo era. El vasco loco le decían.
Julio, burlándose, asegura que no se llamaría Bilbao, que tendría uno de esos nombres tan raros, que en la aduana argentina de fines de siglo XIX al preguntarle y no saber como escribirlo, siguieron con el “de dónde” y de ahí nació el rebautizado nombre de nuestra zaga familiar.
Estas cosas de la identidad…
Cosa rara la que nos pasa a los de acá, bien al sur. Nadie (o muy pocos) son sólo argentinos o latinoamericanos: somos vascos y argentinos, gallegos y argentinos, tanos y, ingleses y, turcos y, judíos y. En España son madrileños, vascos, ibicencos, andaluces, catalanes y punto. En Bolivia son aymaras, quechuas, o santacruceños.
¿Dónde fue que nos quedamos boyando?
¿En qué momento decidir ser una sola cosa se nos hizo imposible?

No hay comentarios:

Publicar un comentario