viernes, 16 de noviembre de 2007

nadie me vio partir, nadie me espera

Hay un momento, repetido en varias de mis vacaciones de “dos días en cada lugar”, que me dejo llevar por la adrenalina de pensar “en este momento, nadie más que yo sabe dónde estoy”.

La última vez fue en Bolivia, en un camino cuidadosamente empedrado en mitad de la selva del Chapare, como acompañante de un lugareño al que había conocido el día anterior.
Cuando le dije “si, vamos” sabía que podía ser terrible o deslumbrante.
(El cónsul argentino de una ciudad cercana, me diría luego que es común que secuestren mujeres en la zona, en ese entonces no lo sabía).

Ese inolvidable viaje a la profundidad de otros. El único gran peligro fueron los moscos (mosquitos) casi carnívoros. El resto no pudo ser más improvisadamente perfecto.

Lástima, cuando no me encuentren, ahora ya saben donde buscarme.

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