domingo, 7 de octubre de 2007

Silencios

A veces es difícil decirle a un amigo/a las cosas que una, desde afuera y con una subjetividad absoluta, ve que le están haciendo mal. Claro, la convención dice que si somos amigos/as no debería existir esa dificultad.
Tal vez sea que le doy una carga de verdad revelada a mis palabras que hace que, desde el vamos, sea un monólogo y no una charla. Una charla de esas que se intuye más o menos como empieza, pero que va creándose caprichosa a medida que avanza hacia algún lugar que tal vez no exista nunca.
Tal vez sea un miedo horrible y cobarde a decirle a alguien que amo que creo que se está autodestruyendo. Nada más, nada menos. Y ese pavor me hace pensar en que quizás me equivoque o que no soy quien con esta vida que tengo o que… aunque siga sintiendo lo contrario. Tal vez no haya que tener la propia vida resuelta o encaminada para poder tirar una soga a un amigo/a en un naufragio.
O, tal vez, no exista ese naufragio, pero es que me falta tu alegría, me falta tu presencia única y singular, me falta verte luchar y ganar o perder y seguir luchando.
Me faltas vos, vivo como antes, querido mío y no se cómo decírtelo.

1 comentario:

  1. me parece que ya se de que hablás... pero es una de las consecuencias que uno tiene que asumir cuando asciende a la categoría del "LO SE TODO!!". :)
    Me pasaré más seguido por aquí te lo prometo...

    ResponderEliminar