domingo, 19 de agosto de 2007

La guerra y la resaca

Éramos buenos guerreros.Teníamos el coraje más insensible de la tierra. Fuimos implacables con los adversarios, dignos en nuestras derrotas. Cada batalla encendía nuestra pasión, nuestros deseos más impronunciables. Lo excepcional nos liberaba de culpas antiguas; nos devolvía la mirada de bestia.

Pero un día, la batalla terminó.
Un día sin mañana ni tarde ni noche, nos trajo la victoria absoluta sobre un enemigo roto. Estábamos embarrados, sucios de sangre, hambrientos y exhaustos sobre un campo de malezas devastadas; jadeando y dichosos de nuestra bravura, unidos y únicos en los brazos de la gloria.

Ahora vendrán tiempos de tranquilidad, días casi iguales. Mañanas para desearse buenos días, noches para descansar en buenos sueños. Las heridas serán sobre la piel viejos rastros que nadie seguirá.
Pero, entonces, ¿qué será de nosotros, las bestias?

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