domingo, 24 de junio de 2007

Familiezas

Todavía, y aún con tanta fuerza, se festejan los quince años con fiesta. El viernes, Antonella, la hija de mi prima, tuvo su momento: disfrutó muchísimo, con esa mezcla de nena y adulta que le tocó vivir. Su abuela, mi maravillosa tía Ramona, también. Para ella fue una fiesta nueva, disfrutada como las de siempre.
Para mí, en cambio, fue una vuelta al pasado, un regreso a alguna de las alegres navidades “en familia”
Muchos de los antiguos sentimientos estuvieron ahí: desde la extranjería existencialista hasta el reencuentro con viejos cariños. Estábamos casi todos los de entonces sólo que los que éramos hijos ahora son padres, los padres, abuelos y de los abuelos, algunos faltan. Y muchos niños hermosos. Esas caras que , me eran contemporáneas ahora son de la siguiente generación, de los ahora hijos.
Juntos, como hace 30 años atrás, toda la familia y los vecinos del barrio de mi tía: el huevero (que es lo que siguen siendo aunque la huevería ahora es fábrica de pastas), los Grande y los Chiquito (¡esos son sus apellidos!). La única diferencia es que en vez de ser en la enorme casa de mi tía con su cocina de muebles de fórmica verdecita de los años 50 (¡que aún existe!) fue en un elegante salón de fiestas.
Y que Rafaela Carrá ya no suena desde el magazine amarillo sino desde un moderno Cd. Pero el “03, 03, 456sss” estuvo presente, por supuesto.

Y estaba mi primo Andrés, al que no veía desde hacia 25 años. Con Andrés no tenemos muchos temas en común, sólo el ser los raros de la familia. Mi hermana y yo por ese toque que dan los libros y el exceso de pensamiento, él por ser un buen tipo. Porque siempre fue honrado, trabajador, sensato, solidario y cariñoso (cosa no siempre común entre sus padres y hermanos), mucho antes de casarse con una mujer con cuatro hijos a los que ama tanto como a la pequeñita que tuvieron juntos.

Mi primo Andrés es un hombre maravilloso. De esos que no salen en el diario porqué están demasiado ocupados con su trabajo y sus seres queridos.

Cuando nos íbamos le dijo a mi sobrina: “cuidalas mucho a tu mamá y a tu tía. Porque yo las quiero mucho”
Nosotras también te queremos Andrés. Y mucho.

domingo, 17 de junio de 2007

Mitades

Tengo, según espero, receptores de estas palabras a ambos lados del Atlántico. Por ellos, la suma de estas dos mitades que tanto los quiere.

Para acá

El viernes a la noche, en la sala Leopoldo Lugones del San Martín, vi una película argelina: El té de Ania.
Reseñas habrá en internet, supongo. Pero no es cuestión
de argumentos, sino de lugares.
Hay, en varios momentos de la película, imágenes del Mediterráneo tal como lo sabemos en Ibiza. Una extensión eterna de azul celeste; calma, serena, interrumpida sólo por amaneceres y atardeceres que se disfrutan en la piel.
Una belleza tan azul que parte en dos el mundo.

Para allá

Es casi invierno en Buenos Aires. Los árboles enormes están en su gran mayoría sin hojas, pero solo parecen lánguidos en los días nublados.
El sol invernal es de una calidez contenedora.
Buenos Aires, sea la época del año que sea, está siempre latiendo.
Aunque el frío perfore todas las capas de ropa que puedas ponerte, la ciudad te estalla en los ojos.
Hay tanto para hacer, hay tanto para descubrir, hay tanta puerta y ventana abierta al mundo, que una se siente girando y girando en el centro de un planeta cada vez más vivo.

Botella al mar

Ayer, con la imprescindible e irrenunciable ayuda de mi amiguísima Laura, tiré una botella al mar. Un mensaje con destinatario que no tendrá respuesta. El simple placer de dar, convencida de que el viaje hacia es lo que hace sabrosa la vida.

miércoles, 13 de junio de 2007

nueva y vieja a la vez

Esto de ser la nueva, ¿me gustó alguna vez?
Y si es tan estresante como ahora: ¿cómo hice tantos cambios de ambiente?

Pero la verdad, estoy distraída con otras cosas.
Desde hace días pienso en cómo se puede convencer a la gente para que no vote a Macri.
Reconozco que es un poco patética la situación porque no es que la otra opción sea la buena, sino que esta es la muy mala.
Después hay que considerar que las palabras tienen sus limitaciones, así que esa cosa mágica de pensar que se puede encontrar la forma de hacer que la gente "se de cuenta" (que su silencio no es no agresión sino negar profundamente al otro, que no es una persona honrada y es muy evidente, que la derecha cercena libertades siempre, etc, etc.) y que cambie de parecer, es una utopía.
Pero en realidad la cosa es otra y más difícil de aceptar además.
La "gente" no está equivocada: la mayoría de los habitantes de la Capital son, como decirlo..., conservadores.
Algunos ejemplos:
8 de la mañana, parada de colectivos frente al puesto de diarios. Un señor le dice al diariero:
- No, mi hija llega tarde de la facultad.
- ¿Va a la Uba?
- No, va a la ... (no entendí): ni un día de paro, ni un cartel, ni una pintada...
Conclusión: aún suponiendo que vaya a la mejor universidad privada del mundo, que los parámetros para medir su importancia sea que los profesores no paran (¿será que en la privadas los docentes ganan fortunas?) y que no haya carteles, es espeluznante.

Otro: programa de radio a la mañana (y no era radio 10). El que habla (digamos conductor) dice:
- Ya nadie dice "zurdos", ahora, con la democracia, con el respeto al estado de derecho, se los llama progresistas. Ellos en cambio no actualizan su discurso. Para ellos, los de derecha siguen siendo "fachos". No evolucionaron nada.

Y más: en Radio Nacional entrevistan a Manuel, un señor de 107 años que votó hace dos domingos y que, si llega, vuelve a votar el 24. ¿Por quién votó? Si, por Macri. No por Mauricio, por Macri.

Corrigiendo a Serrat, la verdad no tiene remedio y además es triste.

Pero sepan fachos, yo que soy zurdita (y como yo, miles) les puedo asegurar que democráticamente van a ganar el gobierno de ciudad, pero la Esma la perdieron para siempre

domingo, 10 de junio de 2007

Fijada en los detalles

Hoy ya es sábado. En menos de dos días empiezo definitivamente mi nueva vida.
Habitualmente soy un poco “hítica”, es decir, predispuesta a ir fijando la mirada en los hitos (bueno, de cabotaje, pero hito al fin) de mis movimientos de vida. Pero todos usamos estas señales para recordar el orden de nuestro andar (“ a ver, pará. Yo trabajaba en …”, “en ese momento ya había empezado la facultad”, “vivía acá ya, creo…”), es por contraste que se van midiendo los cambios.

El lunes empiezo un nuevo trabajo, y como es una de las variables fundamentales de nuestro humor y nuestro ánimo (junto con el amor, la salud y el vicio), voy saboreando esta previa. Los amigos ayudan: ayer cena, hoy almuerzo con amigo sureño, a la noche teatro y, si mañana sigue así de gris, seguro que algo de cine.

*****
Y hoy ya domingo. La obra de teatro que vi anoche -“La Isla desierta” de Roberto Arlt, interpretada completamente a oscuras-, encajó como una pieza más en este cambio.
Explico: el argumento (muy arltiano!) cuenta sobre un grupo de oficinistas contables que trabajan en un subsuelo y que cuando los cambian a un piso alto con ventanas, luz del sol y vista al puerto y sus barcos, comienzan a cometer errores. Ellos se quejan amargamente ante su jefe porque antes no se equivocaban y ahora son permanentemente distraídos por sus fantasías, sus deseos, sus vidas. Bueno, sigue pero no cuento el final.

Salir del sótano.
Parece que ni en sus angustias una es muy original!
En fin, me voy a tomar unos mates con facturas (¡hoy es domingo!), mientras leo el Página al solcito en el living.
Buen comienzo de semana para todos!

jueves, 7 de junio de 2007

Devenientes

Una tiene sus autores favoritos, esos que se sienten como si fueran de la familia. Los míos son varios: Arlt, Camus, Cortázar, Gelman, Calvino.
También hay otros que alguna vez me deslumbraron, pero que sin embargo no son tan “míos”: Caparrós, Lorca, Bradbury, Di Benedetto, Miguel Hernández. Y varios, varios más.

Los “míos” tienen como una columna vertebral en común. Todos vienen de la desesperación, de la conmoción ante la “injusticia” que les tocó vivir (pobreza, guerra, abandono, desaparición) y, aunque repuestos ya de ella, la llevan clavada en la escritura como pocos pueden hacerlo. Pero no son sólo sobrevivientes: son consecuencia, son el devenir de aquellos que hubieran sido si no… Por eso, devenientes.

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Hoy que busco palabras para acompañar a una amiga de tan lejos, me refugio en Las Ciudades Invisibles de Ítalo Calvino:
“Yo hablo, hablo –dice Marco- pero el que me escucha sólo retiene las palabras que espera. (…) Lo que dirige el relato no es la voz: es el oído”
(Es decir: ¡ojo! A veces las palabras no sirven para comunicar algo)
Y más:
“Cada ciudad recibe su forma del desierto al que se opone”
Pero hay ciudades peores que desiertos, y las murallas con las que se rodean son sólo para no reconocerse más estériles que esas dunas bellas a la luz de la luna.

martes, 5 de junio de 2007

Salir del sótano 2

Trabajo nuevo. Tengo trabajo nuevo!!!

Después de haberlo deseado tanto, después de haber tomado conciencia de a quién le era fiel completando tanta carencia, un día como de casualidad, fue sí.
Y ya no más sótano, ya no más luces blancas. Ahora habrá otras voces con las que dialogar, otros lugares que recorrer. Lejos, muy lejos, de donde estuve escondida estos casi cuatro años.
Parece que lo que gritaba está más calmo. Porque está en movimiento. Trabajando.
Las nuevas urgencias, mientras tanto, se desperezan, a punto para salir al sol.

Y como decíamos ayer: “Así es como la revolución pesimista se convierte en la revolución de la felicidad”

lunes, 4 de junio de 2007

Uff

Ganó Macri. Eso es malo. No solo porque es de derecha (aunque derecha e izquierda están cada vez más mezclados) sino porque el tipo es impresentable.
Sus asesores deben ser unos genios. Habla mucho, hasta llora de emoción si es necesario (pero tal vez lloraba porque Boca perdió ese domingo y lo más probable que también pierda el jueves y quede fuera de la Libertadores). El tipo habla y habla pero dice poco. Casi nada. Detrás de ese "nosotros no vamos a hacer una campaña sucia" hay un "nosotros no vamos a hablar de nada importante". Lo importante es lo que se le escapa: luchar por una salud para todos, seguridad para todos, educación para todos, que no haya casas tomadas (glup?)
Si hasta la fiesta de celebración era una vergüenza: cantaban "Mariposa tecnicolor". Linda canción, pero ridícula, vacia para ese momento.
En fin, tal vez pierda el 20 días. Y sino, como en octubre va para presidente, lo aguantaremos poco.
Que asco.

sábado, 2 de junio de 2007

Salir del sótano

No se porqué, pero desde hace unos días tengo la ardiente necesidad de dejar de perdurar, que en realidad no es otra cosa más que dejar de esperar.

Aviso a los navegantes: este espacio intenta ser una escalera para surgir del sótano. Para salir a disfrutar del sol.

Haber recuperado el cuerpo (y falta tanto!) sirve para saberme material, y por material, limitada.
Cuando trepábamos montañas con Lau, desde Iruya a San Isidro (¡recomendable! ¡imprescindible!), ella me decía que le gustaba sentir el desafío de superar los límites del cuerpo. Qué cosa: a mí lo que me gusta es encontrarlos. Entender que no es todo un continuo laxo y lánguido, que hay cosas con las que no se puede y que entonces hay cerrarlas, decir adiós y salir a buscar/encontrar otras cosas, por otros lados.
A veces es necesario decir hasta acá llego. Pero sin dejar de andar.

“Política de la rebelión. ‘Así es como la revolución pesimista se convierte en la revolución de la felicidad’”(Carnets II, Albert Camus)

viernes, 1 de junio de 2007

Zama (Para Julio)

En unos días sale para Ibiza Zama. (Julio esperalo!)
Zama es un libro. Un excelente libro de Antonio Di Benedetto.

En estos días este libro me ronda un poco. Regresa. Mejor decir: me acompaña.
Llegó como regalo de navidad. Después de buscarlo y buscarlo, al final vino de regalo.
Me enteré que existía sólo unos meses antes, al leer otro libro del mismo autor: Los Suicidas, una novela corta (fue película este año) imposible de dejar, de las que te dan ganas de postergar todo sólo para ver como sigue. Cuando la terminé quise leer más y Zama es “la obra” de A.Di Benedetto. Eso dicen los entendidos. Les hize caso.
Zama no es de las indejables. Por lo menos al principio.
Está dividida en tres partes: tres años diferentes en la vida del señor Diego de Zama. Años de la segunda mitad del 1700 en la América colonial.
La primera parte es un poco desesperante. Para Zama es un momento de espera y mientras llega lo prometido, se entretiene deseando a una mujer casada. La vida pasa -le pasa- y él deseando en balde.
Terminada esta etapa agobiante vienen las otras dos. A veces lo que está mal empeora y ese primer malestar se trueca en período dorado visto desde estas dos últimas partes.
No cuento más. Leerlo es mejor.
Sólo una cosa: a pesar de saber que no es bueno crear expectativas, el final de la novela es el mejor final literario del mundo. Si, claro, exagero. De mi mundo conocido por lo menos.

En fin: a los que estén cerca, tengo un ejemplar en casa para prestar.
Y a los que tengo lejos, pídanselo a Julio, de mi parte...